sábado, 10 de mayo de 2008

BULTITOS, SARNA, TIÑA Y DEMÁS LINDEZAS DE LA PIEL

Si hemos comprobado que algo preocupa a muchos propietarios de animales son las alteraciones de la piel. Es algo lógico, son problemas que todos podemos ver, tocar y el miedo a contagiarse parece mayor que si el animal tuviera una hepatitis o cualquier proceso interno no visible. Es también tan grande el miedo a padecer un tumor o cáncer, que muchas personas ante el más mínimo “bultito” o cambio de color de la piel o rozadura, acuden inmediatamente a la consulta por aquello de “así me quedo más tranquilo”. Esto en muchos casos es elogiable, porque por un lado demuestra el cuidado que se le dispensa al animal y por otro permite al veterinario detectar a tiempo problemas y establecer un tratamiento eficaz. Con frecuencia lo que vemos son los dos polos opuestos; el animal que viene con un bulto o masa espectacular, “pero como veía que no le dolía ni molestaba...” ó “ le ha salido esta mañana, ayer no lo tenía” ó “ ... no, si yo se lo estaba curando, pero ya hay un olor en la casa que no se puede vivir..”. O bien el extremo opuesto, con aquel cliente que busca, rebusca, discute con la pareja, “...¡ déjame a mi, que yo lo he tocado esta mañana…. y por ahí no es!”, le da varias vueltas al perro sobre la mesa de la consulta y acaban enseñándote algo que tu no llegas a ver ni tocar ni sentir.
Para preocuparse de verdad, la Sarna. Enfermedad que nos ha acompañado en el devenir de los tiempos, asociada a malas prácticas higiénicas y que parece encontrarse feliz compartiendo mesa y mantel con nosotros y nuestros animales de compañía. Al menos eso nos hace pensar la facilidad con la que se instala en las familias afectadas tan inquieto “bichito”, sobre todo a raíz de adquirir un pequeño cachorro que con la ilusión de los primeros días ha jugado y paseado por todos los rincones de su nuevo hogar. Esto también es común a la Tiña, enfermedad bastante contagiosa y con muy mala prensa, no en vano en el argot popular encontramos referencias bastante despectivas en relación a los animales que padecen tanto una como otra. Quién no ha oído alguna vez aquello de “parece un perro sarnoso” ó “está tiñoso”.
En algunos casos en los que propietario y mascota comparten enfermedad, parece existir una mayor complicidad o confianza con el veterinario y en algún momento me he visto en la situación de tener que examinar las lesiones del propietario/a, que con gran familiaridad y confianza suben y bajan ropajes para mostrarte la misma lesión que presenta su animal. A veces ese ímpetu y alegría en enseñarte su problema te hace pasar por situaciones algo comprometidas, que no por ser muy pudoroso ni recatado, si no por educación terminan con un “ ... ¡déjelo, no se moleste, déjelo, que ya me hago cargo..., pero mejor será que lo vea su médico de cabecera o el especialista ¡”

Situación comprometida aquella que viví a los pocos meses de haber conseguido mi primer trabajo en la Clínica del pueblo. Una mañana llegó a la consulta un matrimonio de mediana edad, sin ningún animal, que tras los saludos de rigor y varios circunloquios requirió la presencia de mi compañero, a la sazón, dueño de la clínica. Ante la imposibilidad de ser atendidos por éste y como al parecer tenían una cuestión urgente que realizar, se conformaron conmigo. Fue la señora la que directamente y “cogiendo el toro por los cuernos” me pregunto – “ mire, mi marido tiene unos bichos de esos que pican y corren mucho por ahí, por donde tú ya sabes, y él dice que se los ha pegado el perro, ¿eso es verdad ó mentira?-
Yo en mi candidez y con los conocimientos todavía frescos de la carrera empecé a disertar sobre la vida de las pulgas y la posibilidad de que saltaran sobre las personas y les picaran. El marido de forma inmediata contestó –“¡claro, has visto, si es que el perro se revuelca por todos sitios y luego se me sienta sobre las piernas!”- Pero la señora, con cara de pocos amigos, cortó la conversación – “ ¡ pero qué pulgas ni piojos, lo que tú tienes son ladillas, que lo se yo, y el perro está más limpio que tú !”.
En este caso el pobre animal no tenía la culpa, pero le querían “cargar el muerto”, y es que los hombres ya se sabe...

Las pulgas y garrapatas son otros de los habituales inquilinos de nuestras mascotas. Son motivo de gran preocupación por las enfermedades que pueden transmitir, y sobre todo por el prurito intenso que ocasionan en la piel. Los productos insecticidas que encontramos en el mercado para luchar contra estos insectos se cuentan por docenas y cada año son más completos y eficaces. Poco eficaz resulta ponerle al perro un “collar isabelino”, que como se sabe es una protección de plástico que se usa para evitar los lamidos y mordeduras tras los post operatorios o procesos que cursan con gran prurito, pero que no obstante le fue recomendada a una persona por otra que lo había probado. Existen tantos productos con nombres tan raros que no es de extrañar que lleguen a pedirte "collares anticurras pa las gachiporras" o lo que es lo mismo "collar antipulgas y contra garrapatas". También confundir el nombre de un conocido collar antigarrapatas (Preventic) por el del conocido test del embarazo humano "Predictor".






Cada año, coincidiendo con la llegada de las temperaturas más cálidas, comienzan los problemas. Muchos de estos productos resultan peligrosos si no son aplicados de forma correcta. No es extraño atender animales intoxicados por el mal uso de los insecticidas. En ocasiones, productos que se deben aplicar sobre la piel son administrados vía oral con la consiguiente intoxicación. Lo más habitual es excederse en la cantidad o aplicar productos que son de uso exclusivo en perro en los gatos u otros animales.
Las garrapatas, también llamadas "caparras" o "renos", según localidades, son acosadas y combatidas de muy diversas formas; hay quien las quema con un encendedor (esto no resultaría extraño a no ser que pensemos que el perro está debajo y sufre también la quemadura), las “emborracha” con whiskey, coñac, brandy u otras bebidas alcohólicas o las intenta extraer girando hacia la derecha o la izquierda, según le hayan indicado. Esto último es muy importante, porque si se lo has indicado tú como veterinario no tendrás mucho éxito a la hora de que te escuchen, pero si ha sido el vecino, le harán caso a "pie juntillas". Si el veterinario le ha dicho a alguien que embadurne a la garrapata con unas gotas de aceite, alguien irá diciendo que hay que bañar al perro completamente con aceite.
También escuchamos mucho aquello de que "he oído que si le pica una garrapata se muere al momento". O lo de que " si se le queda dentro la boca se muere".

Hay personas que no usan productos insecticidas para las pulgas, por un lado debido al precio, y por otro porque prefieren y tienen una gran habilidad para atraparlas con la mano. Hay muchas maneras de pasar el tiempo.

Algunas te dicen que "vienen a desratizar a su perro".
Otras sin embargo, no aceptan bajo ningún concepto que su perro pueda tener pulgas y lo consideran algo ofensivo. En estos casos, encontrar alguna sobre el animal que confirme tú diagnóstico es motivo de satisfacción, pero aún así, lo achacan a la mesa de reconocimiento o a la sala de espera.






No hay comentarios: