martes, 13 de mayo de 2008

URGENCIAS

Qué veterinario clínico no podría pasar horas contando anécdotas y curiosidades que le han ocurrido durante las horas de guardia. Como tantas otras cosas en esta profesión, el servicio de urgencias y la forma de prestarlo ha ido evolucionando muy rápido en los últimos años. Hemos pasado de hacer una cesárea en la mesa del comedor del cliente, ayudados por nuestra novia a poder disponer de unos quirófanos muy bien equipados y con auxiliares preparados. De tener que acudir con nuestro coche a la clínica a cualquier hora del día, a poder disponer de una habitación con cocina, cama y algunas comodidades más para pasar las horas de guardia.
También quedan lejos los años en los que (al no existir el teléfono móvil) nos veíamos obligados a dar nuestro teléfono particular de casa, bueno, mejor dicho el teléfono de casa de nuestros padres. Cúantas veces nuestra madre, abuela u otro familiar no se ha visto en la situación de tener que atender la llamada de urgencia de un cliente;
".. y no podría usted decirme que puedo darle"
"pues mire...soy su madre (del veterinario), no tengo ni idea de lo que le puede pasar a su animal"
" ya, por eso, como era su madre por si usted sabía algo.." .
El móvil, bendito invento, sigue siendo o es (en un gran tanto por ciento) un apéndice más del veterinario. Conozco compañeros que han tardado muchos años en comprarse uno porque el simple sonido de la llamada les ponía de los nervios. Esto ya se ha solucionado con los politonos y melodías.
La relación entre la profesión y nuestros familiares merece una mención especial. Quién no ha implicado durante los primeros meses de trabajo a su novia/o como ayudante en operaciones, dependiente, recepcionista y multitud de funciones más. Lo negativo de esto era cuando la persona en cuestión tenía mucha voluntad pero su cuerpo no estaba habituado a ver sangre o animales abiertos "en canal". Recuerdo tener que dejar el animal a media operación para poder levantar a mi novia del suelo. Y quien dice novia dice también algún cliente que otro que ha rodado por el suelo de la clínica, bien porque a algunos clientes les gusta mirar y participar en todo lo que le hagas a su animal, bien por nervios y no poder aguantar la visión de la sangre.
Los nervios ante situaciones de urgencia juegan malas pasadas a todo el mundo. Que se lo pregunten a aquellas personas que acudieron como alma que lleva el diablo a la clínica porque su perro se encontraba muy mal y al salir el veterinario y pedirles que lo pasaran a consulta, fueron al coche y se dieron cuenta que lo habían olvidado en casa con las prisas.
Sin embargo, ponerte de los nervios es cuando te llamaban diciendo que al perro "se le salían las tripas por detrás", tenías que dejarte la comida en la mesa y cuando examinabas al animal, descubrías un gran tapón de heces y pelos obstruyendo el ano. Aunque lo resolvieras pronto, ese día no volvías a comer. También hay que tener nervios de acero o al menos, saber relajarse cuando te llaman de madrugada para decirte que la tortuga está "guiñando un ojo". O que la temperatura del agua del acuario de los peces está muy caliente. O cuando quieren anular una cita para la peluquería del día siguiente a las cinco de la mañana. La mar a las 3:30 de la mañana para preguntar si los perros y los gatos tienen 13 costillas, o por qué los perros tienen más huesos que los gatos. O preguntar si el padre es un coker y la madre un boxer, de que raza serían los cachorros.O llamar  porque han detectado un granito en la piel ó una pulga ó te llevan una garrapata para que la veas ó una lombriz ó...... Y siempre te haces la misma pregunta.. " ¿qué hace ese señor/a a las 4-5 de la mañana mirando la tortuga o el agua del acuario o paseando con el cachorrito de un mes por la calle y lloviendo?".
Claro que estas cosas ocurren cuando tienes un servicio permanente las 24 horas del día y el cliente sabe que siempre va a encontrar a alguien. Últimamente te confunden con las tiendas "24 horas" regentadas por chinos y te piden cualquier cosa hasta que se dan cuenta de que se han equivocado o bien hay quien te llama para que le des cambio, le dejes sacar un refresco de la máquina porque al niño le ha dado sed, o bien que les cargues el generador eléctrico(claro, como la luz está carísima, para qué lo vamos a recargar en casa si está  el hospital veterinario de urgencias abierto?. sin contar con quien en horario de urgencias acude a comprar comida porque se ha quedado sin nada, o un collarcito o comprar una pastilla antiparasitaria porque le toca tomarla en unos días. Ya no nos acordamos cuando las urgencias se atendían desde casa y tenías que salir con el coche y en muchas ocasiones cuando habías terminado y regresabas o te habías metido en la cama, te volvían a llamar de otro lado. Quién no ha dicho (para poder descansar un poco) aquello de "bueno, dele usted un poco de aspirina y si mañana sigue igual lo lleva a la clínica". ¡ Bendita aspirina ¡.
Pero tan sorprendente e irritante son estas situaciones como las contrarias, cuando te encuentras con animales que han sufrido percances serios y no acuden a la clínica hasta pasados varios días. Bien cuando el dueño comprueba que no se curan solos, bien cuando el olor debido a alguna infección se ha hecho insoportable en casa.
Tampoco nos acordamos de cuando teníamos que atender algún animal en medio de la calle y rodeado por los vecinos. Con un ojo en el perro y el otro mirando que los niños dejaran en paz tu maletín. Esos maletines de urgencias que eran como hospitales en miniatura, en los que llevabas de todo; por si había un intoxicado, por si tenías que suturar, por si un accidente. Eso sí, la clínica no daba beneficios para comprar una furgoneta o coche de empresa hasta pasados unos años, por lo que los coches de los veterinarios eran al mismo tiempo ambulancia y coche familiar.

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