martes, 25 de mayo de 2010

EL NUNCA LO HARÍA

La campaña publicitaria "Él nunca lo haría", contra el abandono de perros, es de esas que causan impacto y no se olvidan con el paso del tiempo. Esa frase tan escueta y sencilla esconde una verdad y una realidad incuestionables, que el ser humano puede ser extremadamente cruel, más que cualquier otro animal. Pero la cuestión no es sólo que sea cruel con los animales, sino que lo es consigo mismo, con sus congéneres. Muchas personas con las que hablamos durante la consulta te muestran su extrañeza e incomprensión ante el hecho del abandono animal. Yo suelo responderles que no tiene nada de extraño este comportamiento cuando somos capaces de matar por motivos banales, guerrear, maltratar niños y mujeres e infinidad de atrocidades que no suelen tener referencia en el reino animal. Sin ir más lejos también somos capaces de dejar a nuestros padres en la gasolinera cuando nos vamos de vacaciones o echarlos a la calle sin contemplaciones como en el caso que ocurrió hace unos meses y que fue portada de periódicos y televisiones. Unos hijos echaron de casa a sus padres, ya ancianos, para quedarse con la vivienda, amparados en una argucia jurídica. Como si fueran perros.
Todo esto hizo que me acordara de la señora Mercedes.

La señora Mercedes era una mujer de 80 años, menudita, delgada y muy amante de los animales. Su tarea diaria era levantarse muy temprano y empezar la ronda de cuidados con sus mascotas y todas las que podía de la calle. La típica señora mayor que pone de comer a los gatos callejeros y cada dos por tres me traía animales para esterilizar a pesar de su escasa pensión. Un día llegó a la clínica y me dijo que en breve tendría que sacrificar a varios de sus perros. ¿cómo es eso?, le pregunté. Resulta que sabiendo de su amor y desvelos por los animales, una de sus hijas la engañó y le hizo creer que iban a comprar una casa nueva con terreno para poder vivir con todos ellos. Vendió su antigua casa a otras personas y además le dió a su hija todos sus ahorros para el adelanto de la compra de la supuesta finca. Qué ilusionada que estuvo esas semanas. Cuando se acercaba por la clínica me comentaba entusiasmada lo bien que iban a estar sus perros y sus gatos. El día que tenía que dejar su vivienda porque llegaban los nuevos inquilinos, la señora Mercedes estuvo esperando en la calle con sus últimas pertenencias y rodeada de sus perros. La hija le había prometido recogerla, pero pasaron las horas, los nuevos propietarios se asentaron en su nueva casa y la señora seguía esperando en la calle. Una vecina le dió de comer y otro le ofreció un lugar donde dormir hasta que se aclarara el asunto. Yo me ofrecí a llevarla a ella y a sus perros al lugar donde iba a pernoctar y pude comprobar in situ que el lugar no era digno ni para sus animales. Una cochera abarrotada de trastos y suciedad y un colchón roído, roto y mugroso sobre el suelo y pegado a la puerta. En varias ocasiones la llevé de ese garage a la clínica hasta que sacrificamos al último de sus animales. La otra hija que venía para hacerse cargo de ella no le permitía llevarse nada más que a uno.

La señora Mercedes parecía haber creado un escudo contra la inmundicia humana y externamente no reflejaba la angustia que debe suponer que tus propios hijos te engañen vilmente y te arrojen a la calle. Su preocupación era que al menos sus animales tuvieran una muerte y un final más digno que el de ella. Al fin y al cabo le quedaba el consuelo de que ellos nunca lo hubieran hecho.


miércoles, 19 de mayo de 2010

¿estudiaría otra vez veterinaria?


Hay un grupo en Facebook denominado, "si tuviera 18 años otra vez iba a estudiar veterinaria su puta madre";
http://www.facebook.com/profile.php?id=1142522081#!/pages/Su-tuviera-18-anos-otra-vez-iba-a-estudiar-Veterinaria-su-puta-madre/253530982295


Mira que no he pensado yo veces en voz alta, baja, de lado, por pasiva, por activa, de pie, en el wc, haciendo el pino y en multitud de ocasiones más, esa misma frase. Y es que el trabajo en general cansa, se vuelve rutina, pero en particular el del veterinario, como otras profesiones cualificadas, además de cansar, quema. Estar "quemado" en una profesión es un síndrome bien reconocido. Afecta generalmente o en mayor proporción a aquellas personas que ejercen una actividad liberal, con cualificación media-alta y que tras el paso de los años van perdiendo espectativas en el trabajo a la par que aumenta su decepción. Las espectativas pueden ser laborales, como el ascenso o la mejora en el puesto de trabajo, pasando por otras más sutiles como la de esperar y no obtener el reconocimiento a una labor que se cree meritoria. La decepción se puede deber a una idea preconcebida o irreal de lo que sería tú trabajo y la constatación de que no es lo que se esperaba. El tema es más complejo pero en definitiva todos sabemos lo que es o se siente al "estar quemado".


A cuantas personas mayores y por supuesto niños y jóvenes no habremos oído decir aquello de "¡ qué suerte ¡, ¡ si yo hubiera podido ó cómo me hubiera gustado ó lo que me gustaría estudiar veterinaria¡".


¿Y una profesión tan vocacional y bonita como la veterinaria en la que curas animalitos puede quemar tanto a la gente?...... Pues sí, quema y mucho. Tengas mucha o poca vocación el choque con la realidad te demuestra que todo lo que reluce tiene su parte oscura. Ser veterinario clínico supone aplicar ciertos conocimientos médicos y curar animales y la verdad es que resulta satisfactorio. Hasta aquí todos de acuerdo. Lo malo viene cuando empiezas a notar que además de veterinario tienes otras funciones que nadie te había dicho y para la que no todos están preparados; quitar muchas mierdas y porquerías, hacer diferentes trabajos al mismo tiempo (recepcionista, gerente, telefonista, limpiador, auxiliar, peluquero, vendedor, repartidor de propaganda, taxista de perros, etc.). Enfrentarte a la muerte o el fracaso. Aguantar la estupidez, la ignorancia, la mala educación. Ver frenada nuestra labor por aspectos económicos. Tener salarios muy bajos en relación a profesionales no ya del mismo nivel sino inferiores. Realizar urgencias y guardias sin cobrar, o recibiendo una compensación insuficiente.


De entre todos los factores mencionados quizás los más proclives a quemar a mucha gente son los de las guardias (por motivos económicos, físicos, psicológicos o familiares) y los de la estupidez humana. Este último es común en muchos trabajos, desde el profesor que se encuentra con un alumno gilipollas, hasta el cajero que aguanta a las abuelitas que van con el recibo del banco. Tratar con determinadas personas es lo más difícil y frustrante que uno puede hacer en la vida. A veces pienso que no tendría ninguna duda respecto a mi vocación si los perros vinieran solos a la consulta, sin dueños. El primer aspecto mencionado, el de las guardias, hay quien dirá que es un servicio obligado cuando te dedicas a esto, que nadie empieza a trabajar engañado y todos saben que de una u otra forma hay que dar un servicio de asistencia completa. Lo mismo les pasa a los médicos, a los ATS, bomberos, policías, etc. De acuerdo, pero resulta que estos profesionales cuentan con sindicatos y convenios laborales, cobran horas extras, turnos de guardia, pagas dobles, y los veterinarios clínicos se rigen por la normativa general, regulando sólo aspectos básicos de los trabajadores. Esto conlleva que se haga un trabajo especializado pero sin regular, y de ahí vienen todas las irregularidades. Además un profesional de los mencionados realiza un servicio de guardia con un grupo de personas en las que cada uno tiene asignada su tarea, pero un veterinario que trabaja sólo debe hacerlo todo él mismo. Así es imposible tener un mínimo de calidad de vida personal ni familiar. En la actualidad las clínicas cuentan con más personal que hace unos años pero en el mejor de los casos, en grandes hospitales, las guardias las sigue haciendo una persona, máximo dos, que deben desde abrir la puerta, atender el teléfono, atender la urgencia, limpiar, cobrar, etc. Si esto no acaba con cualquier ilusión y vocación que alguien me lo diga.


La actividad privada es lo que tiene, que la tomas o la dejas. Si te compensa bien de forma económica o en calidad de vida, adelante, pero cuando ese horizonte lo ves muy lejos, desilusiona. Quizás por eso cada vez más muchos compañeros optan por dejar el trabajo clínico y entran en el mundo de la enseñanza u otras actividades laborales completamente diferentes, tirando por la borda años de estudios.


¿Qué estudiaría si tuviera ahora 18 años?. Pues no lo sé. Cualquier profesión tiene su lado bueno y malo. Nadie con 18 años piensa como va a ser su vida dentro de 20. Mejor no pensar y por ahora rezar aquello de "virgencita, que me quede como estoy".

martes, 18 de mayo de 2010

DESCUENTOS

Leo con media sonrisa en la cara el artículo de marketing veterinario aparecido en la revista Argos del mes de Mayo; "Las clínicas veterinarias españolas regalaron 52 millones de euros en descuentos a sus clientes en 2009".

¿Por qué no me asusta ni me extraña la cifra?. Pues porque tenemos que reconocer que es una práctica rutinaria en la clínica veterinaria. La pregunta sería ¿por qué lo hacemos?. Hay que aclarar que no sólo estamos hablando de descuentos en productos de tienda, lo que se consideraría una práctica y actividad económica normal, sino en una aplicación de descuentos en los actos clínicos. Según el mencionado artículo estos descuentos sirven para compensar determinados fallos en el servicio, negligencias, irregularidades o bien decisión de no cobrar per se.

Soy el primero que ante una revisión sin importancia, un seguimiento tras una operación o una de las muchas tonterías que nos preguntan, no cobro o cobro algo simbólico. Pero una cosa es tener una deferencia con el cliente habitual o incluso un detalle ante el cliente nuevo, y otra muy distinta ofertar como si estuvieramos en un mercadillo, rebajas de vacunas, consultas o una prestación a cambio de otra. Tras años de emplear un sistema de descuentos sistemáticos he llegado a la conclusión de que el cliente fiel vuelve independientemente de lo que le cobres, lo que valora es el servicio. El que no valora ni valorará nunca tu trabajo se aprovechará de los descuentos, pero cuando se le presente otra oportunidad, bien sea otra clínica más cerca, otra veterinaria/o más guapos, etc., te dejará cual vulgar desodorante. Lo que se consigue, o al menos en mi experiencia he comprobado, es una clientela que sin ser habitual y rentable te exige "su descuento" antes incluso de que le cobres. O bien que se extienda la fama de tu sistema y te llamen por teléfono preguntando "si esa es la clínica dónde no hace falta pagar o puedes pagar cuando puedas".
El exceso de clínicas, veterinarios y facultades de veterinaria provocan situaciones de desequilibrio entre la oferta y la demanda y por tanto aumenta la competencia entre clínicas por repartirse el pastel. Nosotros mismos hemos creado y alimentamos esta situación que como otras desprestigia o ningunea la valoración del clínico veterinario.
Todo esto conlleva lo que la revista describe en su artículo, que se hagan descuentos o se pierda dinero en forma de devolución de importes ante casos de mala praxis o para intentar calmar a un cliente descontento. Cliente desgarrado por el dolor de la pérdida de su mascota, afligido, compungido, pero que le cambia el humor cuando le devuelves el dinero de la operación o del tratamiento, con o sin razón, que todo es discutible. Poderoso caballero es Don Dinero.


Ya empiezan a florecer

Por suerte o debido a la crisis económica las aguas parecían más calmadas que de costumbre. También el largo invierno ha influido bastante. Pero tengo comprobado que cuando empieza a calentar un poco el sol, al igual que chinches, mosquitos y demás fauna fastidiosa, florecen por igual, locos, tontos y gilipollas. El premio de esta semana se lo voy a dar al pavo de turno que he atendido esta mañana. El típico que seguro desayuna manzanilla o agua con limón y pone una ramita de incienso en el comedor. Que no tengo nada en contra de los desayunos saludables ni aromas exóticos, es por reflejar que el personaje en cuestión más que andar, levita. La cuestión es que el susodicho me ha comentado que va a llevar a su perro (husky, de 11 años) a la facultad de veterinaria para que le hagan un chequeo general, principalmente una radiografía de la cabeza para ver "como va todo" por dentro y que le tomen un trozo de grasa de la zona de la grupa porque unos amigos le han dicho que con un examen de eso se determina si está bien y se sabe por qué tiene menos masa muscular. Sobre la primera cuestión he pensado (que no hablado, ya que en todo momento me he limitado a cargar la vacuna y asentir con ligeros movimientos de cabeza), que al perro con la radiografía de la cabeza no le van a ver nada, pero que si se la hicieran a él quedarían patidifusos al comprobar un vacio y un agujero negro tan profundo. Ante la segunda cuestión ni me he pronunciado al ser de sentido común que cualquier ser vivo entrado en años padece problemas reumáticos y de artrosis que causan disminución de la movilidad y algo de la masa muscular. En este caso sí estaría justificada una radiografía. Quién le iba a quitar la ilusión al señor y la posibilidad a esos alumnos de la facultad de saber lo que es un husky en consulta.
Que les aproveche.
pd. se avecina un duro verano.